LA PIEL: LA GRAN SEÑORA

Tengo el placer de publicar hoy un hermoso artículo escrito por Teresa Escudero (Médico especialista en medicina familiar y comunitaria y Doula). Si queréis conocer un poco más de su trabajo, podéis visitar su blog http://nacerlactaramar.blogspot.com.es/

LA PIEL: LA GRAN SEÑORA

Copio el título de un precioso poema de María Villaroya (http://www.mariavillarroya.com/). La piel es el órgano más extenso del cuerpo humano. Sus miles de millones de receptores informan constantemente al cerebro de si hace calor, frío, de si nos están acariciando o golpeando, de si nos sentimos bien o mal.

En los niños, la piel está suave y frágil, porque hasta el nacimiento ha sido una “piel de agua”, una piel que recibía constantemente el masaje suave del líquido amniótico, que vibra cuando hablamos o cantamos. Una piel que reconocía fácilmente los límites del mundo, acunada por el útero protector. Cuando el niño nace, pasa bruscamente de un mundo acuático, de oscuridad y sonidos amortiguados, de masaje suave y de flotación, a un mundo seco, brillante, con ruidos fuertes que asustan, con ropas que rozan, con una sensación de pesadez desconocida. Y el niño llora. De hambre, dicen… pero no es sólo hambre física. El niño llora porque su piel tiene hambre de contacto, hambre de caricias y de masaje suave, hambre de ser sostenida… como en el útero, como debería ser.

Los últimos avances en neurociencia avalan la intuición que tuvo Leboyer en la india, cuando contempló a Shantala y a otras madres dando masaje a sus hijos pequeños. El niño necesita ser cogido, acunado, acariciado, masajeado… y cuanto más pequeño, mayor es esa necesidad.

 Ya a mediados del siglo pasado, los estudios de Harlow y Bolbwy  (http://www.despiertaterapias.com/psicolologia/blog-de-psicologia-estamos-geneticamente-programados-para-el-carino/) nos descubrían que, en los primates y en los niños pequeños, la necesidad de contacto era más importante que la necesidad de comida. Los niños y monitos con menos comida pero con un contacto prolongado con unos brazos amorosos o incluso una mantita suave y caliente, sobrevivían mejor que aquellos quizá mejor alimentados, pero menos tocados. Esta necesidad de contacto de los bebés primates (incluidos los bebés humanos) es constante, no entiende de especies, razas ni culturas, y no entiende de “momento del día o de la noche”.

 Un niño necesita contacto siempre, y cuando llora “por nada” (ha comido, se le ha limpiado, y se le pone “en su cunita”), realmente llora porque su piel tiene hambre.

Hambre de contacto, hambre de caricias, hambre de un pecho suave y cálido que le sostenga como le sostenía el útero de su madre.

“Es que llora como si le mataran”… por supuesto que sí. Es que a los que no lloraron así cuando sus madres les dejaban en el suelo, a los “tranquilos”… en general se los comieron los leones, cuando todavía vivíamos en la sabana. Somos descendientes de “llorones”. Somos descendientes de esos bebés australopitecos y parántropos que llamaban a sus madres para que los recogieran. Somos descendientes de esos bebés Cromagnones que iban a todas partes colgados de sus mamás, con telas, con pieles, en mochilas improvisadas…

¿Entonces hay que llevar al niño encima todo el rato? ¿Y cogerle, acariciarle y tocarle cada vez que proteste? La respuesta es indudablemente SÍ. ¿Y si no se puede? ¿Y si estamos en el baño, o en la ducha? Pues el niño se tendrá que aguantar ese ratito… pero es importante ser conscientes de que el contacto es una NECESIDAD, no un capricho ni una “cabezonería” del niño.

Esta necesidad de contacto es aún más evidente en los bebés prematuros. Se ha constatado que el contacto piel con piel es beneficioso para todos los niños, pero fundamental en la recuperación de los prematuros. Un prematuro que está sobre el pecho de su madre regula mejor la temperatura, la respiración, come mejor y su cerebro se desarrolla más adecuadamente.

Este método madre-canguro, que fue descubierto por pura necesidad (por la falta de incubadoras en una maternidad iberoamericana), ha sido estudiado hasta la saciedad en diversas maternidades del mundo, y de manera constante ha demostrado ser útil en niños prematuros y también en niños a término. En éste enlace: http://www.quenoosseparen.info/articulos/documentacion/doccastellano.php

Podéis encontrar toda la producción científica que avala los beneficios del contacto piel con piel desde el momento del nacimiento, tanto para el niño como para la madre.

Como conclusión: La piel, la gran señora, necesita caricias, abrazos, necesita ser acunada y sentirse protegida, necesita masajes y movimiento… El bebé, esa maravilla de la naturaleza, NOS necesita. De día, de noche, y a todas horas. Necesita nuestra atención y nuestro contacto para sentirse bien, para sentirse protegido y bienvenido.

Espero haberos dado suficientes argumentos ante aquellos y aquellas “bienintencionados” que vienen a aconsejarte que no lo cojas tanto, que se acostumbra.  Los niños vienen “acostumbrados” de fábrica. Llevan 9 meses durmiéndose “en brazos” del útero, 9 meses de masajes acuáticos, movimientos suaves y sonidos amortiguados… Pues cuando salen necesitan lo mismo para poder dormir: Brazos, caricias, masaje, nanas suaves, en fin, CONTACTO PIEL CON PIEL. ¡Que no os separen!

Autora: Teresa Escudero Ozores. Médico especialista en medicina familiar y comunitaria. Doula.

Por |2013-07-16T20:02:28+02:00julio 16th, 2013|Desarrollo del bebé|Sin comentarios

Sobre el Autor:

Soy Lorena Gutiérrez, Fisioterapeuta especializada en Salud Materno-Infantil Soy también Docente y Mentora de Profesionales de la Salud, en temas relacionados con la salud postural en embarazo y posparto, suelo pélvico, lactancia y desarrollo del bebé. Coautora del libro "Bebés en Movimiento" Mi formación como Fisioterapeuta y mi experiencia como Tri-Madre-Emprendedora han sido las claves para entender las dificultades a las que los Profesionales Sanitarios nos enfrentamos. Te ayudo para que puedas ayudar más y mejor a mujeres y bebés.

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